Los hombres hacen la cocina rentable, las mujeres hacen la cocina gratuita
Cocina, escritura y mujeres ocupadas
Mucho tiempo sin newsletter, amigas. No es que nadie me haya preguntado por ella, pero ya sabéis, una que se pone sus propias metas de publicación para luego no cumplirlas nunca, jeje. Autoexigencia is a bitch.
El caso es que la vida me ha tenido muy entretenida estas últimas semanas, por suerte, con cosas guays que me han hecho muy feliz. Si nos seguimos por Instagram, ya habréis visto en qué he estado metida, porque he dado bien la turra con todo por allí. A finales de marzo, la buena gente del colectivo HUL me invitó a formar parte de su aventura espacial en el Festivalito de Capítulo Uno. Desde su nave espacial varada en un meteorito, se montaron un programa infantil en el que me hicieron un hueco para hablar con los y las peques allí presentes de la comida del espacio, de cómo es posible plantar rábanos ahí arriba o de lo difícil que es beber Coca-Cola en gravedad cero. Moló muchísimo.
La semana pasada también empecé a colaborar en El País Gastro, la nueva sección del periódico dedicada al comer, que aglutina todo lo que ya estaban haciendo sobre gastronomía y suma nuevas voces y temáticas. ¿Lo mejor de todo? Que al frente están tres mujeres increíbles (Almudena Ávalos, Helena Poncini y Paz Álvarez) y siempre hay que celebrar que haya más voces de mujeres en este sector. Me estrené con un artículo que habla sobre las neveras perfectas de TikTok y la obsesión que tenemos con los aesthetics del orden. Y me apetece dejaros por aquí este otro texto que me encantó, que no es mío sino de Ixone Arana, sobre los señores que tienen que aprender a cocinar pasados los 60 porque no lo han hecho en toda su vida. Cuando se separan o cuando sus mujeres fallecen, enferman o se rompen, por ejemplo, la cadera, les toca a ellos preparar la comida y la mayoría no saben ni por dónde empezar, por eso varias localidades han puesto en marcha cursos para enseñarles a cocinar.
Otra de las cosas que me ha tenido ocupada estas semanas (y de la que vengo a hablaros hoy un poco más extensamente) ha sido la presentación del libro Women’s Work. How Culinary Cultures Shaped Modern Spain de Rebecca Ingram. Rebecca es profesora en la Universidad de San Diego y está especializada en estudios culturales ibéricos y literatura. Además, es experta en Food Studies y teoría feminista, que es justo en lo que se centra su libro. Yo, que soy bastante ajena al mundo académico y que tardé media vida en graduarme en la uni, siento mucho respeto cuando me toca hablar en estos círculos. Sin embargo, tanto Yanet Acosta —que fue quien me invitó a formar parte de esta mesa— como la profesora de periodismo Gloria Gómez-Escalonilla y la propia Rebecca fueron tan majas que estuve muy tranqui durante toda la conversación. Así que gracias por eso a todas ellas <3
Ahora mismo, el libro de Rebecca solo puede leerse en inglés (ojalá alguna editorial se anime a traducirlo al español 🙏), pero no quería dejar pasar la oportunidad de hablar brevemente de él en esta mi querida newsletter, porque trata algunos de los temas que más me interesan en el mundo. De forma muy resumida, podemos decir que Women’s Work habla de cómo la cocina se convirtió en una herramienta para la modernización de España y del papel que tuvieron mujeres como Emilia Pardo Bazán, Carmen de Burgos y Nicolasa Pradera en todo esto. Mirar con esta perspectiva la comida y la cocina de un país nos ayuda a comprender dinámicas de poder de forma muy precisa, analizando qué platos tienen legitimidad institucional y cuáles no (y por qué). La comida no es neutral, aunque nos empeñemos en mostrarla como un campo exento de conflictos y tensiones.
Para mí este es un libro de total actualidad, porque aunque habla de nuestro pasado, muchas de las cosas que saca a relucir son debates que hoy siguen estando muy vivos. ¿Por qué Emilia Pardo Bazán tuvo que justificarse en su época por escribir libros de cocina cuando ya existía una amplia literatura gastronómica escrita por hombres que no necesitaban justificar nada? ¿Por qué los libros de cocina de Carmen de Burgos no se consideran parte de su obra más relevante, sino algo que hacía solo para pagar las facturas? (y de paso, ¿por qué lo que hacemos “para pagar las facturas” sigue estando tan mal visto?) ¿Por qué los libros de cocina no son literatura? ¿Por qué Gregorio Marañón, en el prólogo que escribió para el libro de cocina de Nicolasa Pradera, la idealizó de tal manera que opacó su faceta como empresaria, haciéndola encajar a la fuerza en los roles tradicionales de género y clase en los que debía inscribirse una mujer de su época? ¿Por qué en el Institut de Cultura fundado por Francesca Bonnemaison era un hombre el que enseñaba a cocinar a las mujeres?
Esta imagen podría ser de hoy mismo, ¿verdad? Ese cocinero rodeado de aprendices que le miran con atención porque él es “el experto”. En otras imágenes de Rondissoni incluidas en el libro de Rebecca podemos observar cómo la cocina desde la que impartía sus clases se ubicaba en un pequeño estrado, reforzando ese factor teatral y espectacular que muchas cocinas —y programas de cocina— tienen hoy en día. La cocina moderna que enseñaba Rondissoni se caracterizaba por la atención a los detalles: el tipo de ingredientes, los tiempos de preparación, la presentación... Y en cierta medida, era una forma de imponer disciplina en los hogares. Sí, las mujeres aprendían nuevas técnicas y preparaciones culinarias que les resultaban útiles para su vida, pero estas clases también servían para transmitir ciertos valores de orden social y evitar la degeneración. De esta manera, la economía doméstica empieza a concebirse como un campo casi científico, la cocina como una especie de laboratorio y las tareas del hogar pasan a ser una actividad inteligente en lugar del trabajo vulgar que habían sido hasta entonces. La trampa está clara, ¿verdad?
Esta imagen de Rondissoni me trajo a la cabeza este frame de Maso et miso vont en bateau, un documental del colectivo Les Insoumuses —formado por Nadja Ringart, Carole Roussopoulos, Delphine Seyrig e Ioana Wieder— que crearon como respuesta feminista al programa presentado por Bernard Pivot el 30 de diciembre del año 1975. El 75 había sido declarado por la ONU como Año Internacional de la Mujer y este señor tuvo a bien hacer un programa en la tele al que tituló Encore un jour et l'année de la femme, ouf! C'est fini (algo así como “Todavía queda un día y el año de la mujer, ¡uf! Se habrá acabado”). Con su manejo de la edición y la ironía, Les Insoumuses cogieron este material e insertaron entre los distintos fragmentos textos y frases que respondían con mucho sentido del humor a las tropelías machistas que se dijeron en el programa. En un momento dado, aparece un chef que se dedica a decir que las mujeres son quienes hacen “la cocina”, pero que son los hombres los que hacen “La Cocina”. Así, con mayúsculas. Ellas lo resumen con esta frase lapidaria:
A medida que habla, este chef intenta convencernos que La-Cocina-con-mayúsculas es algo muy difícil, algo muy refinado, un trabajo muy duro que requiere además mucha creatividad. Un señor. Pretendiendo convencernos de esto. Como si las mujeres no supiéramos de sobra lo dura que es la cocina, como si no lleváramos océanos de tiempo haciéndola en las casas para que señores como él salieran al mundo a ser considerados productivos por el sistema capitalista. Ayyy, alma de cántaro, ¡QUÉ VALOR!
La periodista Ana Vega resumió muy bien este menosprecio que la profesionalización de la cocina —y comentarios como los del garrulísimo chef de la tele francesa y otros más sutiles— nos ha hecho interiorizar a las mujeres en un fabuloso hilo de Twitter (que no sé por qué Substack no me deja insertar, así que os lo dejo por aquí en capturas de pantalla):
Los nombres de Emilia Pardo Bazán, Carmen de Burgos y Nicolasa Pradera, y el empeño del Institut de Cultura por establecer vínculos entre la cocina y el deber cívico de las mujeres son los pilares del libro de Rebecca Ingram, que es un buenísimo ejemplo de lo necesaria que es la perspectiva feminista dentro de los Food Studies y de la gastronomía en general. Como ya contaba en esta otra carta, por su asociación con la domesticidad, la teoría feminista a menudo ha visto la cocina únicamente como un espacio de opresión y no como uno de posibilidad, de resistencia o de empoderamiento. Por suerte, esta perspectiva ha ido cambiando a medida que evolucionaba el feminismo, aunque es el surgimiento de los Food Studies con perspectiva de género lo que cambia radicalmente la concepción de la cocina que se tenía desde la teoría feminista.
Este campo de estudio, que existe desde hace no tanto, profundiza en las complejas relaciones entre el feminismo y la cocina, analizando cómo esta no solo es una actividad que ha formado parte del rol de las mujeres dentro del hogar —contribuyendo, efectivamente, a su opresión—, sino que además ha constituido un elemento definitorio de su identidad, un medio a través del cual ejercer poder, expresar su creatividad y también sus conflictos y frustraciones. En el ADN de los Feminist Food Studies encontramos variables como la raza, la clase, el colonialismo, el capitalismo o la globalización, que son el resultado de la genealogía feminista que los ha precedido.
Todas las mujeres de las que Rebecca habla en su libro y que hemos mencionado a lo largo de esta carta son mujeres privilegiadas, que tuvieron a su alcance herramientas como los libros en los que, de una u otra manera, pudieron expresarse. Sin embargo, como decía Virginia Woolf en su ensayo sobre las mujeres y la narrativa de ficción (recogido en Matar al ángel del hogar), las vidas de las mujeres, sobre todo de las que no escriben ni son escritas por nadie, dejan muchas menos pruebas de su transcurrir ordinario: “A menudo, del día a día de una mujer no queda nada tangible. La comida que cocinó ha sido comida; los hijos que crió han salido al mundo. ¿Dónde poner el acento?”. Silencios, de Tillie Olsen, dialoga de maravilla con el libro de Woolf, y justo pone el acento donde Virginia dejó la pregunta. Con una cita suya, que habla de las mujeres que han estado siempre muy ocupadas —entre otras cosas, con la cocina— como para poder sentarse a escribir, despido esta carta:
Pero existe un segundo ángel, tan humilde que por momentos llega a desaparecer, aunque su ausencia, siquiera por un día, invalidaría el menor esfuerzo, el más pequeño arte. Es un ángel esencial, contra el que Virginia Woolf y muchas otras escritoras pertenecientes a las clases acomodadas no tuvieron que luchar: el ángel que asume las responsabilidades físicas del flujo cotidiano, del mantenimiento de la vida. […] El desprecio a este ángel esencial, su larga ausencia de toda huella en la literatura o en cualquier otro lugar, no solo ha costado a la historia literaria una serie de grandes contribuciones por parte de aquellas siempre ocupadas, ya fuera a tiempo completo o parcial, sino que, además, ha evitado que pudiéramos adquirir consciencia de esa realidad específica.
Cosas que han captado mi atención últimamente:
Estas semanas he visto varias pelis que me han gustado entre mucho y muchísimo. Vi por primera vez en pantalla grande (gracias al Reina Sofía, que la programó en marzo) Jeanne Dielman, 23 quai du Commerce, 1080 Bruxelles de Chantal Akerman y… wow. Ni punto de comparación con verla en el ordenador, así que si un día de estos la pilláis de repente en algún cine, no os la perdáis porque verla así cambia totalmente la experiencia de la peli (y si sois como yo y odiáis ir al cine a ver películas de tres horas, esta es la única por la que vale la pena pasar por ese trance, de verdad de la buena). Gracias a mi tía, que nos avisó de la proyección, fuimos a ver Die Unheimlichen Frauen (creo que significa “Las mujeres misteriosas”), de Birgit Hein, al Círculo de Bellas Artes, uno de los docus feministas más punkis que he visto en la vida, que arrastra por los suelos esa idea patriarcal de que las mujeres somos seres de luz incapaces de ser agresivas o violentas. La verdad es que no conocía a Birgit Hein (que murió el pasado mes de febrero, por cierto), pero en 2016 el Centro Galego de Artes da Imaxe, el Festival de Cine Europeo de Sevilla y La Casa Encendida le dedicaron un ciclo que ahora me da muchísima rabia haberme perdido. Si os interesa, en la web de esta última tenéis una entrevista bastante guay con ella. También me gustó mucho La hija eterna, de Joanna Hogg, interpretada doblemente por Tilda Swinton. Un cuento gótico lleno de paisajes nublados sobre el duelo y lo poco que en realidad llegamos a conocer a nuestras madres.
La serie británica We Are Lady Parts, que va sobre una banda de punk formada por veinteañeras musulmanas. Los personajes son lo más, es divertídisima y muy tierna, y tiene una banda sonora que mola todo. En Spotify hay una playlist con las canciones de la serie, tanto las de Lady Parts como las que suenan en cada capítulo. Y la serie se puede ver en Filmin.
Gracias a este episodio del podcast de Sangre Fucsia he descubierto que existe el término mathwashing, que viene a ser la utilización de modelos matemáticos, algoritmos, datos & company para justificar todo tipo de políticas y estrategias dañinas.
Este artículo (que es de 2021, pero al que no sé por qué he llegado esta semana) que sostiene que los millennials y los zeta somos, en realidad, la misma generación, porque nuestros referentes culturales son básicamente los mismos. Aunque tiene toda la pinta de que el texto lo ha escrito un millennial que se niega a reconocer el sorpaso de la siguiente generación y es absolutamente USA-centric, sí que tiene un buen punto cuando dice esto:
Los millennials y los zoomers no son antepasados e hijos respectivamente, sino más bien hermanos, uno mayor y otro menor, ambos forjados por internet; ambos considerados de forma correcta como una sola generación con algunas pequeñas diferencias de opinión en cuanto a la jerga, los emojis y los hashtags. Las dos son generaciones jóvenes, expertas en internet, definidas por el desarrollo de una bulliciosa monocultura digital desde el cambio de siglo.
¿No os pasa que a veces os vuelven a la cabeza canciones de hace mil años sin ninguna razón en particular? A mí hoy me ha pasado con esta, de cuando las First Aid Kit eran unas bebés ♡(„• ֊ •„)♡