Cocinar mal is my passion (o simplemente hago lo que puedo)
En las antípodas de las tradwives
Si habéis pasado una parte de vuestro verano mirando obsesivamente las redes sociales, seguro que os habréis zampado unos cuantos artículos sobre el supuesto auge del fenómeno tradwife (espero que uno de ellos fuera el que yo escribí, jeje). No sé vosotras, pero yo acabé agotada de este tema. Pasa todo el rato con los trends de redes sociales: nacen, se popularizan, se habla de ellos hasta que los aborrecemos y mueren. Bueno, pues ya está, las tradwives han tenido sus 15 minutos de fama. Pasemos a un tema más interesante: las trashwives.
En realidad, no sé si este término existe como tal. Se lo escuché por primera vez a un youtuber que se reía con mucha mala leche de una influencer que imitaba a las tradwives pero se quedaba como a medio gas y el otro día vi que Moderna de Pueblo lo usaba en una publi. En TikTok aparece aquí y allá en algunos videos con no muchas visualizaciones y en Twitter lo mismo, aunque con connotaciones un poco más chungas —en fin, ya sabemos cómo es Twitter—.
Personalmente, lo primero en lo que me hace pensar el término trashwife es en Divine en Pink Flamingos, yendo a comprar un filete y metiéndoselo en la entrepierna para luego chamuscarlo vivo en la barbacoa mientras cocina en sujetador.
También me vienen a la cabeza una serie de videos de mujeres cocinando deliberadamente mal, para sus maridos o para ellas mismas, que me aparecen cada dos por tres en el feed. Aunque la mayoría de estos videos son de cachondeo o puras exageraciones, me encanta ver cómo estas mujeres —porque sí, son todas mujeres— convierten su —supuesta— malísima mano en la cocina en algo de lo que enorgullecerse o, al menos, en algo que compartir en redes sociales porque saben que ahí fuera hay muchas otras mujeres viviendo algo parecido.
Diría que la reina absoluta de esto es La Plebi, una mujer mexicana que, de primeras, parece que se va a sumar al trend de prepararle la lonchera a tu marido antes de que se vaya a trabajar. Sin embargo, solo unos segundos después de que empiece el video te das cuenta de que, si ese marido existe de verdad, comer lo que se dice comer, no va a comer muy bien. Las claves de la cocina de La Plebi son raciones diminutas, combinaciones cuestionables y una desgana absoluta que transmite a través de su voz. ¿Un bocadillo de pata de pollo? Por qué no. ¿Cereales con sal y leche aguada? Avanti. Tacos de arroz con, literalmente, dos granos de arroz, tomates fritísimos en aceite con cucaracha incluida o un bistec diminuto con tortillas duras y un plátano pocho de postre son algunas de sus creaciones más exitosas y menos apetecibles.
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Luego tiene algunos vídeos en los que desarrolla un poco más su filosofía, quejándose de tener que madrugar o de que le toque cocinar siempre a ella. Esta sopa de fideos chamuscados es todo un manifiesto sobre cómo rebelarse contra la imposición de hacer la cena cuando te da muchísima pereza y tu marido no quiere ir a por unos tacos para que nadie tenga que cocinar. Si no pilla la indirecta, quema los fideos, ya verás cómo le dan ganas de ir a por otra cosa.
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A diferencia de las tradwives, que en su mayoría muestran la opulencia de sus vidas a través de los ingredientes que utilizan o de las exageradas preparaciones que se montan y que requieren una dedicación total, cuentas como las de La Plebi están en el polo opuesto. Muestran la vida de una mujer obrera, probablemente con recursos limitados, que está harta de tener que hacer por obligación lo que las tradwives hacen por puro deleite. Aquí no hay voces dulces y suaves explicando paso por paso cada receta, hay voces cansadas y enfadadas que lanzan la comida en el plato con rabia o la apretujan en un envoltorio de papel albal.
En otra línea completamente diferente, pero similar en el resultado poco apetecible de sus creaciones, tenemos a Ivanna Calixto, una mujer brasileña que vive en León y que tiene la asombrosa capacidad de freír cualquier cosa. Incluso la mayonesa.
También ha frito pizzas, hamburguesas o una rosca de pan con embutidos. Sorprendentemente, las cosas que sí se tienen que freír, como los churros o las croquetas, logra convertirlas en una masa extrañísima al no dejar de removerlas en la sartén. Ivanna saltó a la fama de TikTok por un vídeo en el que aparece friendo un huevo con cara de terror y una cantidad absurda de aceite, y desató reacciones loquísimas cuando le dio por hervir unas croquetas o hacer una tortilla de patata con patatas congeladas para freír. Pero es tan maja y le da todo tan igual, que la gente solo espera de ella que siga cocinando así de mal.
Por último, Ana Villarreal también le prepara la lonchera a su marido y lo que me gusta de sus videos es que siempre indica la hora a la que está cocinando. Entiendo que cualquiera que corra a comentar algo sobre sus dotes en los fogones igual se lo piensa dos veces cuando vea la hora a la que está preparando ese táper. ¿No lucirías tú esa misma cara si tuvieras que ponerte a cocinar de madrugada?
Como respuesta a todos estos vídeos de mujeres haciendo comidas muy poco apetecibles, están los de los hombres que se ríen de cómo cocinan ellas o de sus propios compañeros de trabajo al ver el triste lonche que les echaron sus mujeres —que es otra forma de ridiculizarlas a ellas—. También hay otro tipo de videos menos divertidos, pero que sirven para dar algo de contexto a los de las mujeres: los de hombres desagradecidos que se quejan al ver que el lonche de hoy son “solo” sándwiches o que directamente se niegan a llevárselo al trabajo porque no era lo que les apetecía comer. Y no hay que perder de vista el detalle de que por encima de muchos de estos vídeos de mujeres cocinando mal o sin ganas suena la canción Le hace falta un beso de El Chapo de Sinaloa, cuya letra dice:
Él trabaja hasta tarde, para que a ella no le falte nada
En su nido de amor ella lo espera enamorada
Él a veces se olvida de las fechas importantes
Las facturas no esperan y él siempre es muy responsablePero ella siente que el amor se está apagando
Y que algo se está acabando, la pasión se congeló
Y ella quisiera decirle
Y ella le quiere decirQue le hace falta un beso
Que le dé una rosa
Que la haga sentir, como cuando era su novia
Que le haga detalles
Que le hable de amor
Que él conoce bien cómo ganar su corazón
Vamos, que el amor también se desgasta por cosas como estas, que las mujeres se cansan de tener que levantarse a cocinar en plena noche para una persona que igual ni les da las gracias y que, si tú como marido das poco, ¿por qué esperas recibir mucho de tu mujer? Desde que RoRo apareció, hay miles de comentarios en TikTok de chavales que dicen que no van a “conformarse” con una mujer que haga menos de lo que hace RoRo —¡otro estándar imposible al que aspirar, chicas!—. Y parece que hay unos cuantos que creen que pueden operar algún tipo de magia para que el universo les premie con una chica así, porque el novio de RoRo, el famoso Pablo, ahora tiene su propio TikTok en el que da consejos para conseguir una novia como ella. “Aplicando princess treatment”, dice en su descripción 🙄 y luego procede a explicar cosas como que el asiento que le tienes que dejar a tu novia en el restaurante es el sillón corrido, si lo hay —porque ahí ella puede dejar el bolso y tú puedes hacerle mejores fotos— o que, cuando os vayáis de vacaciones, debes ocuparte de organizar el viaje para que ella solo se tenga que preocuparse de salir guapa en las fotos. Tratarla, ya lo avisaba en la descripción, como una princesa. He de decir que a veces me cuesta diferenciar dónde está la línea entre tratar a alguien como una princesa y portarte como un ser humano funcional que piensa en la otra persona, no sé… igual es que estoy mayor para esto.
Si asumimos que las tradwives son una provocación —en tanto que usan su contenido para ganar dinerito promoviendo una serie de valores que saben que polarizan muchísimo, crean o no en ellos—, lo que me gusta de los videos de las trashwives es que, sin proponérselo, responden a los de las tradwives con una provocación similar: ¿una mujer que no sabe cocinar y hace gala de ello? ¿POR QUÉ? ¿Qué clase de fallo en Matrix es este? Cuando se habla de las tradwives desde una perspectiva feminista siempre hay alguien que sale corriendo a decir que, si es su decisión, no deberíamos criticarla. Pero en estos casos, en los que las mujeres no parecen haber decidido que les toque levantarse a cocinar a las tantas de la mañana o simplemente no se les da bien y hacen lo que pueden, ¿por qué hay tanta gente que se siente libre de criticarlas y reírse de ellas?
El otro día leí un artículo de Dayna Tortorici titulado Kitchen Person en el que habla de lo mucho que le gusta cocinar y estar en la cocina, pero que le resulta complicado compartirlo porque “a quienes les gustaría que fuera obligatorio [para las mujeres] no necesitan tener más munición”, que es precisamente lo que les proporcionan los videos de las tradwives. Una de las muchas cosas que se le han echado siempre en cara al feminismo ha sido la desaparición o el retroceso de la cocina casera en favor de los precocinados y la comida rápida —aunque estas industrias ya existían décadas antes de la segunda ola feminista y fue precisamente la industria alimentaria la que se “aprovechó” del movimiento en favor de la igualdad para vender este tipo de productos como feministas, porque permitían a las mujeres pasar menos tiempo en la cocina—, pero siempre ha habido mujeres que han odiado cocinar o que lo hacían fatal y no tenían ninguna intención de aprender a hacerlo mejor, y que aún así, lo seguían haciendo porque no les quedaba otra. Por eso me gusta ver a mujeres que exhiben de esta manera lo mal que cocinan o lo poco que les interesa, ya no como un sello de aprobación feminista, sino como una forma genuina de rebelarse contra lo repetitivo y poco agradecido de esta tarea o contra la imposición de tener que hacer algo bien por ser mujer, como si lo lleváramos escrito en nuestro ADN.
Asumir que una mujer cocina bien solo por el hecho de serlo es otra forma de imponerlo, creando expectativas y estándares de feminidad monolíticos y asfixiantes. Entre la “mala feminista” que cocina de maravilla y se pliega a las normas patriarcales y la “buena feminista” que no sabe cocinar y hace bandera de ello —entiéndase la ironía en ambos entrecomillados, please— están estas mujeres que, visibilizando su malestar en la cocina, le bajan los humos a las tradwives y, de paso, ayudan a crear un panorama mucho menos exigente para todo el mundo. Uno donde las lentejas se te queman, la masa del bizcocho no sube o se te va la mano con el aceite y no pasa nada, porque la vida sigue adelante. Del mismo modo, entre los hombres que tratan a las mujeres como princesas y los que las tratan como sirvientas, también tiene que haber algunos que nos traten, simple y llanamente, como personas humanas. Que tampoco es tanto pedir, ¿no?
Cosas que han captado mi atención últimamente:
Hace unos años leí este texto de Jamie Hood, Fucking Like a Housewife, y volví a él este verano pensando en el tema de las tradwives. En su día me fascinó, por lo bien que escribe, por lo identificada que me sentía con ella en algunas de las cosas que contaba y por lo inusual que es leer sobre fantasías de feminidad tradicional desde la perspectiva de una mujer trans. Hood escribió este ensayo cuando el debate de las tradwives aún no había alcanzado los niveles de popularidad que alcanzaría después —ni siquiera en Estados Unidos—, por lo que se sumerge el tema con una mirada completamente diferente. El resultado es un texto increíble que ahonda en el origen de la fantasía de abandonarse en los brazos de un hombre, en la erótica de la seguridad, en cómo el deseo de ser amada puede volverse enfermizo, en el anhelo de ser poseída, de ser madre, de vivir un poco lobotomizada, de ser “la definitiva” con la que un hombre se casa y no solo “una estación de paso”. En el fondo, como tantos otros textos que me atrapan, habla de estar cansada. Cansada nivel estar rota. Cansada después de pasarte una temporada saliendo con hombres crueles que te tratan fatal.
Este artículo sobre unos científicos austríacos que están enseñando a migrar a un grupo de ibis calvos del norte, un ave que se había extinguido en Europa, pero que ahora ha vuelto a la vida. Al haber perdido a sus ancestros, los ibis no tenían a nadie que les mostrara hacía dónde tenían que volar cuando llegaba el invierno, así que, como parte del plan de reintroducción, los científicos han tenido que echarles una mano. Los humanos van en un avión ultraligero, haciéndoles señas a los pájaros desde la parte trasera y animándoles a que sigan volando en la dirección en la que va el avión. A Johannes Fritz, el biólogo que ha puesto en marcha este plan, se le ocurrió la idea viendo la peli Volando libre, en la que Anna Paquin y Jeff Daniels hacen esto mismo con una bandada de gansos. No estoy llorando 🥹
Esto ♡:
No sé si es porque pilló a medio mundo de vacaciones, porque estamos saturadas de vivir acontecimientos históricos o porque tampoco importa demasiado, pero… ¿alguien recuerda el nombre del chaval que disparó a Donald Trump? Vale que al final Trump sobrevivió y no es lo mismo que lo que ocurrió con Kennedy, pero ¿cómo es posible que ni siquiera hayamos retenido el nombre en la memoria durante algunas semanas? Me hizo pensar sobre ello este texto en la newsletter de Rob Horning en el que habla de por qué este tipo de acontecimientos que llevan a pensar que el mundo no tiene sentido ya no nos impactan tanto como antes, porque el mundo en general ha dejado de tener sentido.
Como vegetariana, me hace la misma gracia que alguien coma caracoles y saltamontes o que coma corderitos y sardinas, pero este artículo sobre cómo algunos youtubers del noreste de India están utilizando el mukbang —el formato de vídeo que consiste en comer ingentes cantidades de comida frente a la cámara— para luchar contra los estereotipos culturales que existen hacia su cocina y educar a la gente, es superinteresante. La cocina del pueblo Naga, al parecer, carga con el sambenito de ser sucia, maloliente y desagradable por usar ingredientes y animales poco habituales en otras cocinas, algo que tiene mucho que ver con los prejuicios raciales que existen hacia la gente que pertenece a esta zona de India.
Sigo flipada con la actuación de Chapell Roan en los VMAs y esa canción, Good Luck, Babe!, me parece además una de las más bonitas del año. Con ella cerramos la carta de hoy. Byeeeee!
Me ha encantado 🥨
Otra newsletter que llega justo a tiempo, gracias, gracias, gracias. Desarrollo un poco:
1/ Las trashwives me dan algo parecido a la esperanza, una esperanza que deriva en ciencia ficción: un mundo donde muchas wifes que empiezan microrevelándose con la comida, acaban revelándose del todo abandonando a sus maridos, y quemando sus sujetadores en las calles.
2/ "Al haber perdido a sus ancestros, los ibis no tenían a nadie que les mostrara hacia dónde tenían que volar cuando llegaba el invierno" current mood.