Hoy hace un mes que me despidieron. Bueno, a mí y a todas mis compañeras. No voy a entrar en mucho detalle por cosillas que, me imagino, comprenderéis, pero vamos, que tampoco hace falta para lo que os vengo a contar hoy. Os seré sincera: después de semanas de ansiedad descontrolada y vaivenes emocionales nivel montaña rusa, este primer mes en paro está siendo… un remanso de paz. Me levanto cuando quiero, el desayuno se prolonga el tiempo que me dé la gana, escucho la radio toda la mañana o me pongo un podcast o quince videos de YouTube uno detrás de otro, cocino mucho, leo mucho, escribo, voy a la biblioteca, salgo a dar paseos cuando el calor me deja, quedo para ver expos con mis amigas que también se acaban de quedar en paro o que están de vacaciones, veo pelis, si quiero me echo una siesta en mitad del día… En fin, disfruto de lo que viene siendo tener tiempo para vivir porque no tengo trabajo. Qué cosas, ¿no? Es la primera vez que estoy en el paro y, encima, me han despedido en pleno verano, así que he decidido que durante julio y agosto este va a ser más o menos el mood. En septiembre ya me replantearé mi vida y veré qué hago.
El caso es que, estas semanas, he estado siguiendo non-stop —y me imagino que muchas de vosotras también— el drama de otro despido: el de Tiny Chef. Como casi todo internet, no tenía ni idea de quién era esta monada de criatura hasta que vi el video en el que cancelaban su programa en Nickelodeon.
Tiny Chef es un cocinero diminuto, que prepara recetas veganas y habla en un idioma inventado muy gracioso y ultraCUUUUuuuuuute. Él es pequeñito, pero cocina con ingredientes de tamaño real que tiene que cortar en trozos enanos para que quepan en sus minisartenes. A ver, si no os habéis cruzado con el vídeo de la cancelación del programa, no voy a poder seguir escribiendo hasta que sepáis lo que se siente al verlo, así que:
Y aunque la mayoría hayamos conocido a este diminuto personaje gracias al video en el que le comunican que su programa no sigue adelante en Nickelodeon, esta no era la primera vez que Tiny Chef nos hacía partícipes de sus desgracias. Hace unos años, cuando nadie quería producir su serie, también lloraba desconsolado:
Enable 3rd party cookies or use another browser
Es fuerte que los creadores hayan decidido despedirse de esta etapa del show con un sketch tan triste, a pesar de que compartir sus momentos de bajón forme parte del carácter del propio personaje. Desconozco si había una estrategia detrás de todo esto o si lo hicieron por pura desesperación al ver que la cadena les cancelaba y al final la jugada les ha salido bien —han conseguido recaudar miles de dólares y, aunque todavía no se sabe cuál será el destino definitivo del programa, han anunciado que, por ahora, pueden mantenerlo vivo en redes sociales—. Sea como sea, me parece genial que hayan hecho un vídeo así, porque todas nos hemos sentido un poco Tiny Chef rememorando algún drama laboral que haya terminado en despido. Vale, dudo que nadie le haya dicho a su jefe “yo también te quiero” después de que le echen, como hizo Tiny Chef, pero hay algo muy concreto en este vídeo que ha hecho que todas empaticemos a muerte con una criaturita verde de la que, hasta hace un par de semanas, no sabíamos nada. Después de recibir la noticia, el pequeño chef trata de seguir con lo que estaba haciendo, que era limpiar su casa, pero es incapaz y se tiene que sentar en la cama a llorar desconsoladamente. Cuando la pena te arrolla de esa manera, no vale de nada intentar seguir adelante: hay que dejarse arrastrar por la tristeza y llorarlo todo hasta que te duelan los ojos o los mocos no te dejen respirar.
Rachel Larsen, una de las creadoras de Tiny Chef, contó que para hacer este video se había inspirado en lo que sintió cuando su perro murió a comienzos de año. Ahora entiendo que ese llanto nos haya llegado tan hondo. No sé si algún trabajo me ha importado nunca tanto como para llorar porque me hayan echado. Obvio, te preocupas por las cosas esenciales, como el dinero o si te costará mucho encontrar un curro nuevo, pero el trabajo, al fin y al cabo, es trabajo. Lo que duele es el rechazo.
No solemos concebir que un despido pueda provocar una pena tan grande como un desamor o como la pérdida de alguien cercano, y lo cierto es que no es el mismo tipo de dolor, pero si tu trabajo era importante para ti, si te gustaba, si habías hecho amigas allí o si tenías un sueldo decente para los tiempos que corren, perder todo eso de golpe es doloroso. Incluso si tienes megaclaro que “trabajo es trabajo” o que encontrarás otro curro y, tarde o temprano, volverás a estar bien. Pero socialmente este duelo no está muy reconocido, así que no nos damos el tiempo para pasarlo como deberíamos. Para procesar lo que supone dejar de ver y hablar a diario con tus compañeras —si, como en mi caso, se habían convertido también en tus amigas— o incluso dejar de identificarte con un puesto o con lo que hacías cuando trabajabas en el sitio del que te han echado. Ya es raro que nos demos tiempo para atravesar otro tipo de duelos, pero “estar mal” por perder un trabajo es algo que se acepta solo durante un breve período de tiempo. No puedes quedarte ahí atascada. Venga, despéjate un poco, tómate unos días para desconectar, pero no te duermas en los laureles. Tienes que encontrar otra cosa cuanto antes, salir ahí fuera con ilusión, venderte bien, ser una tiburona del Linkedin y buscar ofertas de forma (hiper)activa. Este comentario en uno de los vídeos de Instagram de Tiny Chef me tocó el corazoncito casi tanto como el vídeo de la cancelación del programa:
Cuando te echan de un trabajo, por poco que te importe el trabajo en cuestión y a no ser que estuvieras buscando que te echaran, te sientes como una mierda. A estas alturas de la vida, supongo que nadie se cree eso de que la empresa se preocupa por las trabajadoras o que nuestros méritos pesarán algo si resulta que un día los números no cuadran. Mira Tiny Chef, que ha ganado algún que otro Emmy y ha contado con celebrities top como invitadas en su programa, pero aún así, chao. Una serie hecha en stop motion, con ese carácter artesanal, no debe ser ni barata ni sencilla ni rápida de producir, que son los valores que priman en ciertas empresas de entretenimiento —y en tantos otros lugares—, así que me imagino que, ante un recorte de presupuesto, de poco valen los premios, el esfuerzo o lo bueno que sea lo que estés produciendo.
Así que, por mucho que te sepas la teoría de que solo eres un soldadito más en el Risk empresarial al que sacrificarán sin miramientos cuando la cosa se ponga fea, tú te vas a sentir mal igual. Si encima eres de naturaleza overthinker y/o muy crítica contigo misma —🙋🏻♀️—, poco tardarás en culparte de la situación y en empezar a machacarte con la idea de que no eres suficiente. En el clima de incertidumbre generalizada en el que vivimos, la incertidumbre laboral es quizá la que nos toca más de cerca en el día a día. Porque sabemos de sobra que nada nos garantiza estabilidad en este ámbito y que, por mucho que nos esforcemos, nuestro puesto de trabajo se puede volatilizar en nuestras narices mañana mismo por cualquier factor ajeno a nosotras.
¿Os acordáis cuando, el año pasado, se viralizaron los videos de gente que se grababa mientras la despedían? La mayoría los veíamos por morbo y también un poco porque hemos estado ahí. Todas tenemos algún despido a nuestras espaldas que habría sido digno de ser grabado y expuesto al mundo. A muchas, seguramente, os hayan despedido por videollamada —de una duración aproximada de diez minutos 🙃— o por mail, algo que hemos normalizado con esto de trabajar en remoto, pero que, joder, es bastante fuerte. El otro día vi el capítulo de Girls en el que a Soshana la echan de su trabajo en Japón. En la videollamada su jefa evita por todos los medios pronunciar la palabra “despido”, hasta tal punto de delirio que le acaba diciendo que se trata de una “finalización light de su relación laboral y de su salario”. Parece broma, pero es muy real: las piruetas lingüísticas en este tipo de situaciones son dignas de algún tipo de premio. Que te despidan sin pronunciar la palabra “despido” hace que tengas que componerte tú misma el concepto en la cabeza, lo cual es bastante ridículo y, por qué no decirlo, cruel.
Los vídeos de gente siendo despedida me generan sentimientos contradictorios. Aunque me parece genial exponer la inhumanidad de esas situaciones en las que la persona de recursos humanos solo sabe hablar lenguaje corporativo y es incapaz de mostrar un ápice de empatía, convertirlo en una especie de fenómeno de redes sociales tiene su lado oscuro. Como por ejemplo, que hagan artículos sobre el tema y que los despidos acaben convertidos en poco más que un trend de TikTok, sin un análisis más profundo sobre la facilidad que existe para despedir a gente en muchos países, la frialdad de estos procesos o la volatilidad del mercado laboral. Además, estos vídeos, que quizá están muy bien para desahogarte en el momento, conseguir algo de consuelo y que le tiren un poco de hate a tu empresa —aunque casi nunca se diga el nombre de la empresa en cuestión por temas legales, que ya bastante tiene una con quedarse sin curro como para encima meterse en un lío judicial—, no animan a ningún tipo de acción colectiva. A que vayas a un sindicato a informarte sobre si lo que han hecho es legal, a que te organices con otras compañeras a las que hayan despedido como a ti. Nada, solo el shock y la tristeza de que te hayan echado a la calle, tú sola, en tu casa, llorando.
Por muy acostumbradas que estemos ya a convertir cualquier momento vulnerable en entretenimiento, a mí estos vídeos me siguen chocando. Es verdad que, leyendo sobre el fenómeno de postear despidos en Tiktok, me gustó la perspectiva que da Lillian Stone en la BBC:
Los videos también reflejan la idea de que los empleados están menos preocupados por proteger un estándar de profesionalismo potencialmente obsoleto y más motivados para organizarse y fomentar la solidaridad en el lugar de trabajo. Para muchos de estos creadores, esto significa exigir responsabilidades a los empleadores, incluso después de que dejen de trabajar para ellos.
No lo había visto de esta manera. Sí, los videos de quienes graban sus despidos son una herramienta para buscar apoyo en un momento difícil, sobre todo entre gente muy joven, que quizá esté siendo despedida por primera vez en su vida, pero también una forma de subrayar la responsabilidad de la empresa cuando esta intenta culpar al trabajador de su propio despido. La “neolengua” que se utiliza a menudo en los despidos —como la que utilizan con Soshana en la escena de Girls— tiene un poco ese objetivo: retorcerlo todo tanto que acabes creyendo que te echan porque tu “performance” no es buena, cuando en realidad la empresa quiere reducir costes y te ha tocado a ti.
Supongo que a todas nos gustaría que nuestro despido importara a tanta gente como el de Tiny Chef. Que la empatía y la solidaridad fueran así de arrolladoras. Que personas random de internet o de la calle dijeran “hey, no conozco de nada a esta chica, pero devolvedle ahora mismo su trabajo porque se lo merece”. No es que quiera que nadie haga un crowdfunding para recuperar mi empleo como han hecho con Tiny Chef ni sienta pena por mí, es solo que me parece emocionante que tanta gente haya empatizado con la situación. Por supuesto que ahora mismo hay mil millones de problemas más importantes que el despido de este muñequito verde y es un poco inevitable pensar que ojalá nos movilizáramos igual por otro tipo de causas que no están protagonizadas por personajes tan adorables, pero no deja de ser bonito que conectemos con la emoción de alguien a quien no conocemos de nada y que no tiene nada que ver con nosotras.
Como apunte final, que nada tiene que ver con lo que he estado hablando hasta ahora, otra de las razones por las que quiero pensar que tanta gente ha tenido ese flechazo con Tiny Chef es que su programa muestra una forma de cocinar —y de estar en la vida— placentera y divertida. Frente a series y programas de cocina llenos de gritos y estrés como The Bear o MasterChef, por nombrar solo un par, Tiny Chef es la viva imagen de la calma, la alegría y la amabilidad, tres cosas que, la verdad, nos hacen bastante falta hoy en día. Siento que desde hace tiempo buena parte de la cocina que vemos representada en los medios y en las redes —con unas pocas honrosas excepciones— es un territorio de combate, un despliegue de gritos y exigencias, de disciplina y sumisión, una avalancha de recetas aceleradas o un cubo en el que volcar estereotipos rancios como el de las tradwives. En fin, una pereza absoluta. Este señorito verde es todo lo que aspiro a sentir cuando me pongo a cocinar: la felicidad plena que surge de crear algo con tus propias manos, algo rico que te alimente a ti y a otras personas y que, al mismo tiempo que te ayuda a abstraerte del mundo, te conecta de lleno con él. Larga vida a Tiny Chef y a todas las cosas en las que nos ha hecho pensar estos días.
Cosas que han captado mi atención últimamente:
Este pequeño cómic de Sunny Wu sobre las rozaduras de los zapatos y la universalidad de los sentimientos.
Este gesto de amor absoluto 🥹
El podcast La familia correcta, que coproducen El País Audio, Chora Media (de Italia), Europol (de Bélgica) y 444 (de Hungría), y que habla de cómo la ultraderecha quiere controlar los derechos de las mujeres —especialmente los reproductivos— para defender su idea de familia. Esta idea es, básicamente, la de una familia blanca, formada por una pareja heterosexual con muchos hijos, a poder ser cristiana y de clase media-alta. El podcast analiza cómo se organizan los diferentes grupos y partidos de la derecha más a la derecha, qué estrategias llevan a cabo para lograr sus objetivos políticos, qué conspiraciones ponen en marcha o incluso cómo se apropian del significado de ciertas palabras. Muy recomendable.
Hope!, una serie documental que recoge diferentes iniciativas que ya están en marcha en el mundo para frenar la crisis climática. La clave es ese “que ya están en marcha” porque, frente a los discursos pesimistas que solemos escuchar cuando se trata del medio ambiente, lo que esta serie nos viene a contar es que no todo está perdido —sin caer tampoco en un optimismo absurdo— y que hay soluciones que funcionan. Lo difícil es que exista la voluntad para activarlas, pero saber que existen y que se han materializado en distintos lugares, sí que da algo de esperanza, como su propio título indica. Se puede ver completa en RTVE Play.
En esa misma línea de “visiones menos apocalípticas del futuro”, en este caso, de ficción, me encantó el libro Monje y robot. En mi Instagram dejé un pequeño extracto y ahora tengo muchas ganas de leer más cosas de Becky Chambers.
Y en una línea un poco menos optimista, pero fascinante, esta historia sobre Martyn Stewart, un “audionaturalista” que ha recopilado 97.000 grabaciones de campo. Toda una vida dedicada a “documentar lo invisible, lo frágil y lo inmaterial en la naturaleza; es decir, sus sonidos”. Dice Martyn que el sonido es un barómetro de la salud del planeta y, ahora mismo, dos tercios de su archivo lo forman especies en peligro de extinción o ya extintas. Me ha gustado mucho la historia de cuando era pequeño y él y su hermano le escribieron una carta a David Attenborough preguntándole cómo era posible que Felipe, duque de Edimburgo y marido de la reina Isabel II, presidiera el Fondo Mundial para la Naturaleza y luego se fuera a India a cazar tigres. Attenborough les respondió con un sencillo, pero directo “We are working on it”. Martyn tiene un cáncer muy avanzado y le queda poco tiempo de vida, así que su sobrina Amanda le ha ayudado a que su archivo sea accesible para todo el mundo a través de la plataforma The Listening Planet. También tiene un podcast, que aún no he escuchado, porque me lo quiero reservar para algún que otro paseo veraniego lejos del infierno de cemento madrileño.
Este vídeo de Alba Lafarga sobre alternativas para habitar y digerir lo que hay en internet de una forma más pausada, reflexiva y enriquecedora, huyendo de algoritmos y de la búsqueda enloquecida de likes. Además, empieza hablando de cocina :) En el vídeo también cuenta que se acaba de abrir una newsletter que ya he empezado a seguir, porque siempre me interesa lo que cuenta y cómo lo cuenta.
Estoy escuchando el nuevo disco de Lorde, pero aún no sé con qué canción quedarme. Así que mientras tanto, dejo aquí esta cover de un tema de Leonard Cohen que hizo Gregory Alan Isakov hace unos cuantos años. A veces me la pongo de fondo mientras escribo, me parece una preciosidad.
Cuando me despidieron, recuerdo que conecté muchísimo con Messi en aquella entrevista en la que se despedía del Barça 🤣🤣 Con el finiquito había reservado un viaje a Formentera y escuchamos la entrevista con mis amigas. Recuerdo que reímos y lloramos tanto al escuchar aquellas palabras. En realidad, esa comparación me ayudó a ver con más claridad que no me habían dejado ir por mi persona ni por mi trabajo, sino simplemente porque las condiciones habían cambiado tanto que nuestra relación ya no podía continuar.
Como Messi, también tú encontrarás tu nuevo sitio y unas condiciones aún mejores.
¡Buen verano, María! 😘
Hola María, siento tu despido... la idea del rechazo y del "joder, si yo lo hacía bien" jode. Casi nunca se despide a alguien porque haga mal su trabajo. Y sí, ese rechazo duele. La parte buena, como dices, es que es verano, y parece que uno se puede tomar unos meses o unas semanas para descansar y tomárselo con más calma. Un abrazo enorme. Por cierto me ha encantado tu postal cabañil desde tu pueblito de Ourense.
Y ¡gracias por recomendar La familia correcta!