I'm a fountain of blood / in the shape of a girl
El sangriento Imperio romano de las chicas
Las mujeres y la sangre siempre hemos tenido una relación de lo más estrecha. Y no me refiero a la regla, o no solo, porque estoy segura de que en este vínculo tan fuerte la sangre menstrual juega un papel importantísimo, sino a la obsesión que muchas tenemos o hemos tenido con lo sangriento. Aún no me había venido la regla cuando me hice hermana de sangre con varias de mis amigas después de ver esta escena de Jóvenes y Brujas:
Y a juzgar por algunos de los comentarios que hay en el video, no fuimos las únicas:
Más allá de que quisiéramos convertirnos en las protas de Jóvenes y Brujas todo el rato y de que soñáramos con tener poderes, este ritual mágico y grupal marcó a un montón de chicas, llegaran a ponerlo en práctica o no. Los pactos de sangre son una cosa muy pre-teenager —momento en el que aún eres demasiado pequeña para darle importancia o incluso para saber que existen cosas como el sida o la hepatitis— y muy de amistad femenina. Como que, cuando eres pequeña, llega un momento en el que la cercanía, la intimidad o las miles de horas que pasas junto a tus amigas no son suficientes y la única forma que se os ocurre de hacer vuestra unión aún más poderosa es juntando vuestra sangre.
Últimamente he estado muy obsesionada con un libro sobre la amistad que compré este verano en Londres. Se llama BFFs. The Radical Potential of Female Friendship y lo ha escrito Anahit Behrooz. Uno de los capítulos está dedicado a la intimidad física de la amistad, al papel que el cuerpo, la piel, la carne y la sangre juegan en ella, una serie de elementos sobre los que rara vez se habla o se piensa y que pocas veces vemos representados en la cultura popular desde la mirada de las mujeres.
La amistad siempre ha sido una proposición física. (…) un encuentro entre cuerpos que respiran, de corazones que laten. No es posible separarla de las políticas del cuerpo que dominan el resto de nuestras vidas.
Behrooz cita en su ensayo varios ejemplos de amistad femenina que aparecen en películas, series y libros. En relación a la sangre, la autora habla de la novela Sula de Toni Morrison, en la que una de las dos protagonistas se corta la punta de un dedo con un cuchillo para asustar a un grupo de chicos que pretendían asustarlas a ellas. “Si soy capaz de hacerme esto yo misma, ¿qué creéis que os haré a vosotros?”, dice Sula mientras el grupo de chavales retrocede ante la visión de ese dedo rebanado. La sangre, en su sentido biológico, siempre se cita como el lazo de unión indestructible entre personas, pero esa sangre no tiene por qué venir por vía familiar. Como dice Anahit Behrooz, “la sangre del pacto es más densa que el agua del útero, los lazos que elegimos son más fuertes que aquellos en los que nacemos”.
La sangre se ha utilizado con mucha frecuencia para contar el paso de la niñez a la edad adulta. La más evidente, claro, la sangre menstrual que, como nos repiten con insistencia desde que tenemos uso de razón, opera en nosotras esa enigmática transformación de niña a mujer. Pero también como un símbolo de lo monstruosa que es esta metamorfosis. Jennifer’s Body, Carrie o Crudo son algunas de las pelis que siempre me vienen a la cabeza cuando pienso en este tema. Cada una a su manera emplea la sangre para delimitar el umbral entre la chica y el monstruo: Jennifer se transforma en un demonio después de ser sacrificada con un puñal; los poderes paranormales de Carrie aparecen cuando le viene su primera regla y explotan cuando un cubo de sangre de cerdo cae sobre ella en el baile del instituto; Justine descubre su apetito por la carne humana después de ser rociada con sangre y obligada a comer riñones de conejo como parte de un rito de iniciación universitario. Las tres se convierten literalmente en monstruos a través de la sangre y, en tanto que monstruos, pasan a ser criaturas solitarias miradas con recelo por el resto de la gente.
En el artículo A Woman Is A Monster leemos que la infancia es el único refugio a salvo de lo que supone ser una mujer, aunque sabemos de sobra que esta etapa no está exenta de los peligros que acechan a los cuerpos de las adultas. Carrie y Jennifer’s Body también aparecen en este texto como ejemplos que evidencian dos de los temores más habituales en las chicas adolescentes: que te venga la regla (sobre todo si es delante de mucha gente) y la violencia que los hombres ejercen sobre nosotras (en la película toma la forma de ritual satánico, pero en la vida real se transforma en el miedo a ser violadas o atacadas de alguna manera). Crudo, por su parte, habla de otro tipo de miedo, el de que nuestro apetito se apodere de nosotras, con todos los significados que la palabra apetito podría tener.
Si he estado rumiando tanto sobre la relación que las chicas tenemos con la sangre también ha sido por esa pregunta que, estas últimas semanas, un montón de mujeres en TikTok le han estado haciendo a los hombres que tenían alrededor: ¿piensas a menudo en el Imperio romano? Este trend, que nació y murió en apenas dos días después de haber sido sobreexplicado hasta la extenuación por todos los medios de comunicación, venía a demostrar la aparente fascinación colectiva de los hombres por el Imperio romano, evidenciando una cierta relación con algunas de las ideas más pochas que existen en torno a la masculinidad: el impulso por dominar y conquistar, la admiración por los machos alfa, por los gladiadores, por las megaconstrucciones… La lista podría seguir y seguir, pero ya os hacéis una idea de por dónde va la cosa. PutoMikel lo explica fenomenal en este vídeo: ese Imperio romano en el que se supone que piensan tanto los hombres es una visión limitada e idealizada, basada en un modelo de lo romano que era sobre todo masculino.
El caso es que este trend también dio lugar a su versión femenina: ¿cuál es el “Imperio romano” de las mujeres? Y a una más personal y, en mi opinión, bastante bonita: ¿cuál es tu “Imperio romano”? Las respuestas a esta última son de lo más variadas y “esto es mi Imperio romano” se ha convertido en la forma más concisa de referirnos a algo que nos obsesiona (supongo que por poco tiempo, como todo lo que sucede en TikTok, que tiene la duración exacta de un parpadeo). Me llamó la atención, aunque no me sorprendió nada, que los Imperios romanos de muchas chicas estuvieran llenos de sangre, violencia y casos de true crime. Ser violada, atacada, secuestrada o perseguida ocupa el primer puesto en la lista de muchas, seguido del asesinato —el tuyo propio, el que puedas llegar a cometer o el de cualquier otra persona—. A esta lista se suman las esposas de Enrique VIII y en especial la decapitación de Ana Bolena, los juicios de Salem o la desaparición de Madeleine McCann.
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También hay mucho Lady Di, mucho Fleabag, mucha Maria Antonieta (bueno, más bien la versión de Maria Antonieta de Sofia Coppola), mucho Titanic y Mujercitas y Las Chicas Gilmore y, uno de mis favoritos y con el que personalmente más me identifico: mucho pensar en tu ex mejor amiga. Pero la verdad es que esa recurrencia de la violencia en nuestros pensamientos cotidianos es bastante nuestro Imperio romano.
Por un lado, es preocupante y amargo y dice mucho de la historia que las mujeres llevamos a cuestas, del terror con el que nos hemos acostumbrado a vivir, del estado de alerta en el que existimos en este mundo, de los pensamientos intrusivos que nos acompañan allá donde vayamos y que hacen que volvamos a casa pensando que nos puede pasar algo horrible. De hecho, que la mayoría de fans del true crime sean mujeres no es casualidad. Al parecer, muchas consumimos este tipo de historias porque creemos que podemos aprender algo de ellas (básicamente a que nos nos maten). Aunque hay otras teorías que dicen que el true crime podría servirnos de canal para dar rienda suelta a nuestra ira y a nuestro enfado al ser espacios en los que se habla de los impulsos más agresivos del ser humano, impulsos que, por lo general, las mujeres tenemos vedados. Vamos, que nos sirven un poco de catarsis. Por otro lado, que los primeros puestos de las listas de nuestros imperios romanos estén copados por mujeres muertas, asesinadas o ausentes dice mucho de esa omnipresencia que la sangre y el terror tienen en el subconsciente de muchas de nosotras.
El paso de la niñez a la adolescencia no es la única transformación que el cine ha mostrado a través de mujeres sangrantes o ensangrentadas. Una de las muchas imágenes imborrables que hay en Posesión, de Andrzej Zulawski, es la de Anna, el personaje interpretado por Isabelle Adjani, sangrando por todo su cuerpo en la famosa escena del metro (la dejo enlazada, pero aviso de que hay que tener estómago para verla entera). Esta película habla de una separación —en parte, la del director, que estaba atravesando su propio divorcio— y del infinito dolor que provoca una ruptura, de la desesperación en la que te puede llegar a sumir. Una de las críticas estadounidenses de Posesión publicada en 1983 decía esto:
Anna está tan llena de ansiedad que al final la acaba pariendo, gritando histéricamente, vomitando y sangrando en un pasillo del metro.
Vi Posesión por primera vez hace no mucho, creo que el verano del año pasado, pero esa escena del metro se ha convertido un poco en mi Imperio romano. Quizá no piense en ella cada semana o cada mes, pero sí que vuelvo mentalmente allí muy a menudo cada vez que una situación me supera, ya sea por tristeza, cansancio, rabia o frustración. En esos momentos, pienso en Anna estampando la bolsa de la compra contra la pared, gritando en ese pasillo, entrando en un trance de desquicie absoluto y, finalmente, sangrando por todas partes y deshaciéndose viva, como si esa sangre fuera un alivio a su desesperación. Como si fuera posible que la rabia y el resentimiento salieran de nuestros cuerpos así, convertidos en fluidos.
He leído que esa escena del metro representa a Anna teniendo “un aborto de fe” y, por tanto, abandonando toda esperanza y entregándose a un nuevo dios maligno. Pero lo cierto es que, en el momento en que ella tiene este mental breakdown, se queda mucho más en paz, porque en el fondo ese “demonio” que sale de ella no es otra cosa que su matrimonio tóxico e infeliz (que luego se transforma en otra cosa mucho más turbia, pero bueno, suficientes spoilers por hoy). El proceso de deshacerse de todo eso no es ni limpio ni aséptico, sino más bien como vemos en esa escena, algo brutal y desagradable, que te deja agotada y con el cuerpo destrozado. ¿Es extraño encontrar cierto confort en una escena que debería provocarnos miedo y angustia? No creo. Las mujeres convivimos con el terror tan a menudo que no es nada raro que acabemos familiarizándonos con él o encontrando ahí imágenes para nuestra propia catarsis.
Quizá, como decía Björk al comienzo de la canción Bachelorette que da título a esta carta, solo somos “una fuente de sangre con forma de chica”. Esta figura siempre me ha fascinado porque, lejos de la delicadeza que se nos atribuye por defecto a las mujeres, “una fuente de sangre” remite a algo que borbotea con fuerza, algo que puede fluir de forma constante pero que también alberga la impredecible posibilidad de desbordarse y acabar poniéndolo todo perdido.
Cosas que han captado mi atención últimamente:
Alguien taló hace unos días el árbol que sale en la peli de Robin Hood de los 90. Tenía más de 300 años y se había convertido en un símbolo de la zona de Northumberland en la que se encontraba. The Guardian reunió en este artículo precioso varios testimonios de gente tristísima, horrorizada y enfadada por la noticia. Hay quien habla del árbol como si fuera un amigo, una parte de su alma o de su infancia, cuando jugaba allí con sus hermanos a recrear la escena de Robin Hood. Como dice el escritor de naturaleza Robert Macfarlane, ojalá toda esta pena colectiva sirva para hacernos reflexionar sobre la cultura de la “guerra contra la naturaleza” en la que vivimos y que la pérdida de un árbol sirva para replantar un bosque entero.
Este artículo de Ana Tenías sobre escribir todo en minúsculas y el peso de la estética (también) en la escritura. Me interesa mucho la relación entre la forma del lenguaje que elegimos y lo que queremos expresar con él, una manera estratégica de experimentar con las palabras que, aunque no es nueva, contribuye a renovar el lenguaje y a que nos sintamos un poco más libres para usarlo como nos dé la gana.
Me encanta la idea de esta newsletter: Article Club es un club de lectura donde, en lugar de libros, se leen artículos y luego se debate sobre ellos. Como integrante de varios clubs de lectura fallidos, me gusta esto de ser un poco menos ambiciosas y que, en lugar de leer un libro entero, se lean artículos. Además, está guay para debatir temas de actualidad con tiempo y con más sustancia de lo que hacemos en otros espacios.
Esto sobre el sabor del ajo.
Jury Duty. Una de esas series que solo existen para hacerte feliz un rato <3
Esta entrevista a la antropóloga forense Sue Black y toda esta información sobre la clavícula:
Es el primer hueso que empieza a formarse cuando eres un feto dentro de tu madre y es el último que deja de crecer. Me encanta el hecho de que te acompañe durante todo el proceso, desde antes de nacer hasta bien avanzada la veintena. Es un hueso que sobrevive muy bien, porque es muy denso y por eso es uno de los que esperamos encontrar en las exhumaciones. Pero es un hueso que no necesitas, puedes operarte para quitártelo, como hacían los jockeys para evitar fracturas. Y justo debajo de él están los vasos que conectan el cuello y la axila, de modo que si se fractura corres el riesgo de que los seccione y te mate. Así que es un hueso que crece contigo, que te puede matar si te lo rompes y que tiene la forma de cuando se genera en el feto. Creo que es un hueso fascinante.
Ya que una canción de Björk ha dado título a esta newsletter, me despido con otra: esta versión de Jóga interpretada por un coro escolar de Staten Island. El vídeo tiene mil años, pero la semana pasada me apareció de nuevo en Instagram y 😭😭😭 Maravilla cómo viven la letra y cómo se meten en la canción, y encima este era su primer ensayo, ¡¡era la primera vez que la cantaban!!
me encanta maríaa! mi newsletter favorita de todas las que has escrito (ya sabes por qué muajaja)
Gracias, qué bien me ha venido volver a ver la escena de Posesión......
Y al que taló el árbol de Robin Wood yo le talaría otra cosa. Feliz domingo 😊