De pequeña, siempre que se acababa el año, me contaban una historia que me aterrorizaba, una historia de la que solo recuerdo un par de frases (igual tampoco tenía más) y que bien podría ser el comienzo de un relato de Mariana Enríquez. Cada 31 de diciembre, alguien venía con el cuento de que ese día pasaría por delante de casa una señora con 365 ojos, 52 narices, 12 bocas y 24 orejas. No tengo muy claro que esta fuera la distribución y la cantidad exacta de rasgos faciales, pero da un poco igual, porque yo entonces no pillaba que era una metáfora del año que pasaba de largo y solo me preocupaba alejarme lo suficiente de las ventanas para no ver asomarse a la señora monstruosa que podría ser el material de mis pesadillas durante meses. Cada año que termina pienso en esta señora, en el poder de los relatos y en su capacidad para perseguirnos durante años.
Como estos días están cargados de resúmenes, preparativos, encuentros y sentimientos varios, quería cerrar el año con un poco de ligereza. Así que hoy os traigo cuatro historias que, por diferentes razones (no inquietantes como la de la señora de los 300 ojos, tranquis), me han acompañado durante años. Son historias que me gustan porque me descubrieron algo que no sabía o, sencillamente, me encendieron un fueguito en el cuore.
Despedirse de un robot
Esta historia es casi un microrrelato de ciencia ficción para reconciliarnos con los robots y con los lazos que los humanos podemos llegar a establecer con ellos. Un relato de humanos siendo humanos, lanzando un mensaje lleno de poesía al infinito y sabiendo que lo más seguro es que jamás obtuvieran respuesta.
El 12 de febrero de 2019, la NASA se despidió de Opportunity, un robot que enviaron a Marte en 2003 y que llevaba 15 años dando vueltas por la superficie del planeta. Estaba allí desde hacía tanto tiempo que hasta los ingenieros de la NASA habían decidido ponerle un mote cariñoso: Oppy. En teoría, el robot solo tenía que permanecer en Marte 90 días, pero fue capaz de aguantar allí durante años, superando las expectativas de todo el mundo. Al menos hasta junio de 2018, cuando una tormenta de arena afectó a sus paneles solares. Su último mensaje fue: "Mi batería está baja y está oscureciendo". Paradójicamente, el robot lanzó este mensaje desde una zona de Marte conocida como Valle de la Perseverancia.
Desde entonces, la NASA intentó contactar con Oppy centenares de veces sin obtener respuesta, así que, finalmente, el 12 de febrero decidieron decirle adiós. Como explicó en un tweet Arielle Samuelson, una de las trabajadoras de la NASA, para honrar la perseverancia de este robot y despedirse en condiciones, en el último intento de contactar con él que hicieron desde la agencia espacial le enviaron los comandos de recuperación junto a una canción: I’ll Be Seeing You de Billie Holiday.
Bailar para nadie en el desierto
En 1967, a Marta Becket y a su marido se les pinchó una rueda en el californiano Valle de la Muerte y un ranger de la zona les llevó hasta Death Valley Junction, la ciudad habitada más cercana, para que pudieran repararla. Marta, que era bailarina de ballet, mimo, artista y actriz, se fue a explorar los alrededores mientras la caravana estaba en el taller y descubrió unos viejos edificios de adobe, antiguos alojamientos de los mineros que trabajaron allí en los años 20 y 30. Asomándose por los agujeros de estos edificios, vislumbró un teatro en el que antiguamente se proyectaban películas para entretener a los trabajadores de la mina. Mientras lo observaba, Marta sintió que estaba viendo a la otra mitad de sí misma y que el edificio parecía decirle "tómame, haz algo conmigo, dame vida".
Al día siguiente, ella y su marido se hicieron con el edificio completo y comenzaron las reformas de lo que sería un hotel con espectáculos. En el 68 abrieron Amargosa Opera House y Marta ofreció allí su primera actuación ante una audiencia de solo 12 personas, y así continuó durante años. En las noches en las que no actuaba para nadie, ella igualmente hacía su show. Con el tiempo, decidió pintar en las paredes del teatro a una serie de personajes que serían su público cuando no hubiera huéspedes en el hotel para asistir a las representaciones. Después de las paredes, pintó el techo y otras tantas estancias. El lugar, situado en medio de la nada, se hizo conocido porque revistas como People, National Geographic y Life lo visitaron e hicieron reportajes sobre Marta y su impresionante teatro del desierto.
Por supuesto, el lugar cuenta con varias habitaciones encantadas y numerosas leyendas de fantasmas a sus espaldas, entre ellas, la del espíritu de un misterioso gato, que solía aparecerse para interrumpir los espectáculos de Marta con cierta frecuencia. También fascinó a David Lynch y es una de las localizaciones de Lost Highway.
El monstruo del Lago Ness y lo que queremos ver
Este señor de larga y mesada barba es Adrian Shine, el investigador jefe del Loch Ness Project, una web dedicada a explorar e investigar el Lago Ness y su legendario monstruo. El New York Times le dedicó un artículo a este hombre, que ya no está tan interesado en probar si el monstruo existe de verdad como en averiguar por qué hay más de mil personas en el mundo que afirman haberlo visto con sus propios ojos. Su investigación, que lleva el nombre de Operation Groundtruth, no se fija en el lago sino en quienes lo observan, estudiando la percepción humana y lo que creemos que vemos “con nuestros propios ojos”.
Fue su propia fascinación por la leyenda lo que llevó a Adrian a explorar el lago. Y él también tiene su propia historia con el “monstruo”. El 1969, mientras estaba allí con su barco, le pareció ver una especie de joroba en el agua. A medida que se iba acercando incluso creyó verla moverse y su cabeza completó la foto imaginándose que debajo debía estar sumergido el cuerpo y la cabeza de una bestia enorme. Aunque se moría de miedo, se acercó. Resultó que lo que había visto era una roca. Y sacó dos conclusiones: sigue las cosas siempre hasta el final y, si no puedes creerlas con tus propios ojos, tampoco las creas por los ojos de los demás.
Bueno y entonces, ¿por qué tanta gente cree ver al monstruo del Lago Ness? Pues por una especie de sesgo de confirmación. Existe un mito que nos dice que en ese lago hay un monstruo, así que si vamos por allí y vemos algo que remotamente nos recuerde a él, creeremos que lo hemos visto. O como diría Adrian: “es porque queremos que sea verdad”.
El amor, la memoria y las frambuesas
John Berger es una de mis personas favoritas en el mundo. En 2016 fui a ver este documental en el que varios de sus amigos le rinden homenaje, entretejiendo cuatro ensayos visuales que dan como resultado un retrato bellísimo de este escritor y crítico de arte. The Seasons in Quincy: Four Portraits of John Berger me gusta porque salen muchas cosas que me gustan: Tilda Swinton, gente que se fija en cómo otra gente pela y corta las manzanas, un gato negro, muchas vacas, recetas en las que se explican los ingredientes con indicaciones como "la cantidad de avena que cabe en el carrillo de un caballo" y, por supuesto, los ojos de John Berger.
Mientras se rodaba el docu, Beverly, la mujer de John, murió. Él se fue de Quincy (el pueblo en el que vivían desde los 70) a otra casa para refugiarse del recuerdo de toda esa vida juntos. Allí fueron a visitarle Tilda y sus dos hijos. "¿Os gustan las frambuesas?", les pregunta John a los dos adolescentes. Ellos dicen que sí y entonces les explica que cuando vayan a Quincy a conocer su casa, pasen al jardín que hay en la parte trasera, donde encontrarán un montón de frambuesas, que ese año han crecido especialmente grandes. Les cuenta que fue Beverly quien las plantó cuando se fueron a vivir allí y que le costó mucho lograr que crecieran, pero a ella le encantaban, así que persistió hasta tener un frondoso jardín lleno de frambuesas. "Cuando vayáis allí, coged un cuenco grande de frambuesas, entrad en casa y ponedlas en dos cuencos más pequeños. Echadles un poco de azúcar o nata, o dejadlas tal cual —a veces no necesitan nada más, eso lo sabréis en cuanto las probéis— y luego comedlas delante de una fotografía de Beverly. La casa está llena de ellas. Vuestro placer, será el suyo también".
Con estas historias despido 2022, el año en el que nació ✨Mirror Maze✨ Y como el final de año siempre me pone un poco triste y sentimentalona, no quiero cerrar esta carta sin daros las gracias a todas las personas que estáis suscritas, que compartís los textos, que respondéis a ellos y que me contáis cosas después de leerlos. ✨Gracias, gracias, gracias✨ Empecé esta newsletter porque, aunque llevo años dedicándome a escribir, nunca he tenido la sensación de hacerlo con tanta libertad, creatividad y gustosidad (inventándome palabras, why not) como lo hago aquí. Es una de las cosas más guays que he hecho este 2022 y estoy muy contenta conmigo misma por haber tenido la constancia de mantenerla viva al menos una vez por mes. Seguiremos en 2023, claro que sí.
Os deseo que tengáis un bonito final de 2022, que os liberéis de la absurda presión de los propósitos, que si os dan pereza estas fechas se os pasen en un parpadeo, que no os sintáis obligadas a hacer repasos y balances de año y que, si hoy estáis un poco de bajona como yo, encontréis la manera de salir a flote, respirar y coger la barquita rumbo a 2023. Me despido (ya de verdad) con este especial navideño de Kate Bush, que es una genialidad y cuyos violines bailarines se merecen una mención especial.