Y estoy sola cuando, en vez de elegir a alguna de las personas que conozco, me elijo a mí misma. No me enorgullezco de la actitud misantrópica pero lo cierto es que allí está, basada en mi creciente convicción de que compartir la comida con otro ser humano es un acto íntimo que una no debe consentirse a la ligera.
Así empieza Un alfabeto para gourmets de M.F.K. Fisher. Más concretamente, esta es la primera entrada del libro, la de la letra A de “cenar A solas”. Publicado en 1949, podríamos decir que Fisher fue una precursora y toda una abanderada de la #GirlDinner. Hoy convertido en trend de TikTok, lo cierto es que esta forma de cenar existe desde que el mundo es mundo. Etiquetada bajo el paraguas de “cosas que las chicas se hacen para cenar en casa cuando están solas”, básicamente son todos esos alimentos que juntas en un plato cuando tienes hambre pero no ganas de cocinar y te apetece comer algo que te haga feliz, aunque lo que acabes mezclando no tenga ni la más mínima coherencia si nos ceñimos a la idea canónica de lo que es una receta.
El requisito básico de una Girl Dinner es que requiera poco o ningún esfuerzo: un trozo de queso con pan y un plátano, un pepinillo envuelto en una loncha de salami, atún con mayonesa en una tostada, patatas fritas y un yogur o sobras recalentadas de la pasta del mediodía y una infusión calentita. Vamos, lo que vendría a ser una cena de picoteo sin ninguna pretensión de impresionar a nadie más que a ti misma dándote el gusto de comer lo que te apetezca.
Enable 3rd party cookies or use another browser
M.F.K. Fisher habla en su texto de las distintas fases que ella atravesó con sus cenas a solas. Su problema era que nadie la invitaba a cenar. No porque fuera una compañía insufrible —si nos guiamos por sus libros, diría que todo lo contrario—, sino porque el hecho de ser gastrónoma hacía que la gente siempre pensara que la comida que iban ofrecerle no estaría a su altura. “No nos atreveríamos a darle de comer a usted lo que comemos nosotros”, le venían a decir de formas más o menos sutiles. Así que la pobre Mary Frances se veía cenando sola más veces de las que le hubiera gustado. Este era un poco su plan (en mi opinión, planazo) de Girl Dinner:
Conduzco hasta casa pasando por el Thriftimart de la esquina para comprar otra caja de tostadas Ry, que con una lata de sopa de tomate y una copa de jerez californiano me servirán de nutritiva comida mientras me siento en mi sillón rodeada de pruebas y novelas policíacas de bolsillo.
Al menos esto es lo que hizo durante un tiempo, hasta que llegó a la conclusión de que debía “aprender a cuidarse mejor” y dijo basta a las sopas en lata, las galletas y el huevo que ocasionalmente le añadía a su repetitiva cena para alegrarse un poco la vida. Decidió que, una o dos veces por semana, iría sola a algún restaurante (bravo por ti Mary Frances, porque esto es algo que a muchas mujeres hoy en día nos sigue dando bastante palo) para cenar en condiciones mientras leía u observaba a la gente. Pero pronto esto también se convirtió en una rutina, bastante más costosa que la de la sopa en lata por cierto, así que Fisher tomó una nueva decisión: cambiaría sus costumbres, se organizaría para hacer una compra decente por la mañana para llegar a la cena con una nevera llena de posibilidades y se obligaría a preparar algo, por sencillo que fuera, aunque más de una vez hubiera “enviado la comida al demonio” cambiándola por una copa de jerez y un baño caliente. Se lo tomó como un auténtico proyecto vital. Inventó ensaladas, aprendió algún truco para tunear las sopas de bote y lo regó todo con copas de “vinillos modestos pero deliciosos” (comía mejor, pero seguía pimplando como si no hubiera un mañana):
Siempre comía despacio, en una gran bandeja preparada con una mezcla de Woolworth y Spode; y previamente me sedaba el ánimo con una copa de jerez o vermut, adscribiendo a la vieja verdad de que solo la garganta relajada traga bien. Las más de las veces bebía un par de copas de vino ligero con la comida caliente: un gran tazón de sopa, una buena pera y algo de queso Teleme Jack; o dos huevos muy redondos, hechos en el mal llamado brasero, sobre una tostada de pan agrio, rociados con mantequilla dorada y acompañados con un tallo de apio para masticar algo crujiente; o una lata de brotes de alubia salteados en mantequilla, con soja y zumo de limón, y un vaso grande de leche.
Puede que no lo parezca, pero esto es bastante revolucionario, teniendo en cuenta que lo escribió una mujer a las puertas de los años 50 del siglo pasado. Si Hemingway o Bukowski hubieran escrito que cenaban este tipo cosas o incluso otras aún menos elaboradas, seguro que os los podéis imaginar perfectamente, apagando un piti sobre el plato vacío al terminar de cenar y coronándolo todo con un copazo. Sin embargo, tratándose de una mujer, lo esperable no es que hable abiertamente de la pereza que le da cocinar por la noche o que diga que, si por ella fuera, se alimentaría de sopa en lata y tostaditas el resto de sus días.
Una “rebeldía” similar es la que rodea al trend de Girl Dinner en TikTok. Este tema es mucho más profundo y complejo que lo que voy a decir a continuación, pero a pesar de que ya no se espera de las mujeres que sepamos cocinar y dediquemos nuestros días a preparar asados y hornear pasteles, ese pasado sigue pesando mucho sobre nosotras. De hecho, aunque creo que no saber cocinar no te empodera especialmente como mujer, sino que más bien te desempodera como persona funcional, son muchas las que reivindican lo ajena que les resulta la cocina y hacen de ello un símbolo de independencia y libertad.
Ahí tenemos a Carrie Bradshaw diciendo que solo usa el horno para almacenar ropa o a Cher en Clueless, tirando un troncho de masa de galletas a la bandeja del horno porque “siempre que un chico venga a tu casa tienes que tener algo horneándose”. Carrie representa a esa mujer blanca de los 90 moderna, liberada, que habla de sexo sin parar con sus amigas y que lleva una vida un poco desordenada, pero independiente y plena. Si se alimenta lo hace fuera de casa, porque dentro solo la vemos tomando café y fumando frente al ordenador. El personaje de Alicia Silverstone, una chavala pija y mimada de Beverly Hills, no tiene el más mínimo interés por aprender a cocinar, pero sí por crear la ficción de que sabe hacerlo y que, por tanto, tiene madera de ama de casa y futura esposa. Como si saber cocinar fuera algo que una mujer hace solo por y para los demás. ¿Acaso las mujeres no cocinamos también para nosotras mismas?
Pues sí y no, la gracia está en que podamos elegir y en que si nos da pereza hacer la cena, nos comamos un huevo duro aplastado con mayonesa y pan y nos vayamos a la cama o al sofá a morir. Si se llama Girl Dinner es porque este tipo de cenas solo las haces cuando estás sola, no porque cuando esté tu pareja o cualquier otra persona con la que convivas hagas cosas megaelaboradas, pero es cierto que cuando cenamos con otra(s) persona(s) siempre nos lo curramos un poco más y sentimos la necesidad de que sea una cena de verdad y no cuatro cosas tiradas en un plato. Como Madeleine Young dice en la revista Mold:
Aunque cada vez más adultos viven sin cónyuges o parejas, las mujeres que viven con hombres realizan, de media, siete horas adicionales de trabajo doméstico, ahorrándoles a sus parejas una hora semanal de tareas del hogar. Incluso viviendo solas, existe la expectativa cultural de que cuando no estamos recibiendo invitados para cenar o familiares, todavía se espera de nosotras que llevemos a cabo comportamientos ejemplares en lo que se refiere al trabajo y la optimización. Girl Dinner es un lujo personal que reformula los parámetros de la hora de comer, rechazando la carga mental, el trabajo y la preparación que lleva una comida a cambio de la libertad del goce presente.
He de decir que tengo una relación ambivalente con los trends de comida de TikTok. Por un lado, me atraen como la luz a una polilla porque son sobre comida y es un tema que me obsesiona. Por otro, la mayoría de ellos suelen ser bastante problemáticos. No me refiero a recetas que se vuelven virales, como la de la pasta con feta y tomates cherry al horno que todas preparamos en algún momento de 2021, sino más bien a esos vídeos de “qué cómo en un día” o “qué cómo para que mi piel brille como la de los vampiros de Crepúsculo”. Es decir, contenidos que directa o indirectamente dan consejos sobre cómo comer a un montón de gente desconocida. Da igual si se trata de una gurú del fitness, de una chica mostrando lo que come en su proceso de recuperación de un TCA o de una persona que promueve valores de aceptación corporal. Al final, de forma intencional o no, estás recomendando algo o tratando de demostrar algo a alguien, con el peligro de que cualquier otra persona —y tratándose de TikTok, puede que sea una persona muy pequeña— lo tome como referencia y lo convierta en su nuevo hábito nutricional. Nadie tendría que dar explicaciones a nadie sobre lo que come o deja de comer.
Sin embargo, #GirlDinner no tiene que ver con la cantidad de comida ni con que el plato sea “equilibrado” o “sano” o contenga todos los nutrientes necesarios. Tiene que ver con el placer, con maximizar el disfrute minimizando el esfuerzo de cocinar, y esto, dado el complicado historial que por lo general tenemos las mujeres con la comida, es bastante guay. Ya ha habido unos cuantos nutricionistas que se han llevado las manos a la cabeza viendo que una chica podría cenar solo pepinillos (mi sueño) o una loncha de queso con un Taki dentro. No estaría de más recordar que por favor asumamos de una vez que las mujeres también tenemos sentido del humor y que muchos de estos vídeos son en realidad BROMAS sobre “lo que significa ser una chica”: desde la que se come una napolitana de chocolate llorando diciendo que esa es una Girl Dinner realista hasta la que muestra un Red Bull Light y la píldora del día después, incluso cuando esas coñas son sobre tus propios traumas (como dice una usuaria en este TikTok que muestra un plato vacío, “mis traumas mis chistes”). Hay quien ha llegado a afirmar que estos vídeos podrían estar enmascarando trastornos de la conducta alimentaria, pero creo que igual estamos perdiendo un poco el foco sobre de qué va esto en realidad. Como Jessica Roy recogía en este artículo:
(…) las girl dinners no van de privación. Las mujeres hemos estado programadas durante mucho tiempo para ver la comida como el enemigo, pero el trend de girl dinner va de abrazar el sencillo placer de los snacks como comidas. Girl dinner representa una elección consciente de desvincularse de la tiranía de cocinar y lavar los platos.
Es decir, que va más de acabar con la rigidez, tan vinculada a la cultura de la dieta, en favor de la satisfacción y la felicidad. Vogue lo ha definido como “libertad dionisíaca” y, la verdad, me gusta este término.
Por último, está el tema de que una Girl Dinner es una comida que te haces para ti misma y que disfrutas sola. Comer solas, sobre todo en el espacio público, es algo que las mujeres no hemos hecho muy a menudo. Ya fuera porque lo teníamos prohibido o por el estigma que se asocia siempre a una mujer que está sola, haga lo que haga, cuesta tener la iniciativa de ir a un restaurante sin compañía. Quizá me equivoco y no sea algo generalizado, pero reconozco que a mí me pasa. Y no me refiero a irte con el portátil a la cafetería de turno y desayunar sola, sino a hacerlo, como dice Carrie en el episodio 4 de la segunda temporada de Sexo en Nueva York cuando se va sola a tomar una copa de vino a una terraza —¿se nota que me estoy volviendo a ver la serie entera, verdad? es para quitarme el mal sabor de boca que me dejan todos los capítulos de And Just Like That que, aún así, no puedo dejar de ver—, “sin libros, sin hombres, sin amigas, sin armadura y sin fingir”.
Vale, está esta cosa de que igual TikTok está abusando un poco de la palabra “girl”, anteponiéndola a todo tipo de microtendencias creadas en la propia plataforma, cuando la mayoría de las personas que aparecen en esos vídeos son mujeres hechas y derechas. Hacer que cualquier cosa banal se convierta en algo más significativo para el público femenino —y más viral y, por tanto, relevante para los medios y las marcas— con el simple gesto de añadir la palabra “girl” puede sonar infantilizador o recordar a esa horrible obsesión por clasificar a las chicas en diferentes tipologías para que todas podamos sentir que “no somos como las demás”. Rebecca Jennings va más allá y explica que en realidad todo esto no es más que marketing puro y duro, que todo lo que tenga la palabra “girl” vende y que si mujeres de todas las edades se sienten identificadas con el término es porque la palabra “woman” tiene connotaciones mucho más tradicionales, mientras que la palabra “girl” vendría a ser una especie de cajón de sastre para todas aquellas que no encajan en las aspiraciones que históricamente han definido a las mujeres (ya sabéis: casarnos, tener hijos, una casa… todo el pack). Vamos, que ser una chica es mucho más guay que ser una mujer, al menos según TikTok. Además, “a la gente siempre le importará lo que hacen las chicas, porque las chicas aún no son mujeres y, por lo tanto, son menos fáciles de despreciar”. Auch, esta última ha dolido.
Su artículo viene a concluir que las mujeres —y yo diría que en general todo el mundo— en TikTok piensan como lo harían las grandes empresas de marketing, maquinando qué término podría funcionar mejor para viralizar algo. O sea, que entre todas le estamos haciendo el trabajo a esta peña, poniéndoles nombres cuquis a cosas que llevan existiendo toda la vida (y si no, que se lo digan a M.F.K. Fisher), pero que en realidad son lo mismo de siempre. Este rebranding alimenta a las marcas y a los medios, pero también genera un montón de parodias de los propios trends que evidencian lo roto que está todo hoy en día, lo agotados que están los ciclos de lo que mola y lo que no (esto lo cuentan muy resumidamente en este post de Digital Fairy).
A pesar de lo problemático que pueda ser el término, siempre que las chicas y las mujeres en internet nos reconocemos en un comportamiento común que todas tenemos sin saber que otras también lo tienen, me palpita un poco en corazón💓 Sobre todo cuando se trata de cosas que hacemos solas y que tienen un cierto aire vergonzoso, pero que al ver cómo otras mujeres también las hacen, generan una sensación de calorcito y compañía. Por definición, una Girl Dinner es algo que preparas sola y para ti sola, pero ahora sabes que hay miles de mujeres en todo el mundo haciendo lo mismo que tú. Y eso, de una manera extraña y mágica como solo internet podría hacer posible, es algo bastante bonito.
Cosas que han captado mi atención últimamente:
Tiene ya un tiempo, pero no había leído este artículo de Gabriela Wiener sobre la incomodidad que nos provoca que nuestro cuerpo cambie: El cuerpo es una historia de amor que también acaba.
La creadora de Depths of Wikipedia inició a principios de junio un “perpetual stew” en Nueva York, sumándose a la lista de gente que ha organizado estofados que nunca dejan de cocinarse a lo largo de la historia. Cualquiera podía ir y llevar un ingrediente para contribuir a esta sopa infinita, al menos hasta el pasado 6 de agosto, cuando dieron por finalizado el estofado después de 60 días. La cosa iba menos de comer que de compartir algo con los demás y, viendo el éxito de asistencia, parece que estamos bastante necesitadas de encuentros comunitarios.
Gracias a la newsletter de Max Read descubrí que las pistolas láser de juguete hacen los mismos 8 sonidos ahora que en los 90 y en este vídeo lo explican bastante guay.
Este artículo de Bust sobre las fiestas de pijamas y el ritual de pasar miedo con amigas, porque ya sabemos que, junto a ellas, “es mucho más fácil mirar a los fantasmas del espejo”.
No había visto Derry Girls y me la he visto del tirón estos días. Me ha encantado. Y su banda sonora es básicamente mi adolescencia, así que lo he gozado escuchando a los Cranberries, a No Doubt, a las Spice Girls o a The Corrs. Pero la canción que no me puedo quitar de la cabeza y que además suena en uno de mis momentos favoritos de la serie es esta:
Los días que no está mi pareja, después de acostar a los niños, suelo cenar pelotazos y gominolas con una cerveza. Qué fuerte! Me sentía súper rara. Pensaba que era la única capaz de comer esas guarradas de cenar. Qué fuerte!
Me encanta leerte! Qué reflexiones tan chulas!
Me encanta 😍 que maravilla de cerebro alimentado con pepinillos